A principios de la década del cincuenta, Cristina Merchán (Caracas, 1926-París, 1987) se encuentra en México, en compañía de su esposo, el pintor y caricaturista Manuel Antonio Salvatierra.  Allí asiste a los cursos de Educación Visual que Mathias Goeritz dictaba en la Universidad de Guadalajara. 

Previamente, en marzo de 1950 se sucedían dos eventos dejaban en claro el cuestionamiento del sistema artístico en Venezuela y que habrían influido en su presencia en la nación norteamericana.

Estudios en México

Por una parte, estudiantes de la Escuela de Artes Plásticas y Artes Aplicadas de Caracas iniciaban un movimiento de rechazo al programa de estudios y a las condiciones del edificio sede, lo que traerá como consecuencia el retiro y la expulsión de algunos de sus dirigentes.

Casi simultáneamente, desde París se anuncia el primer número de la revista Los Disidentes, órgano del grupo homónimo formado por jóvenes artistas venezolanos, quienes también la emprendían contra el modelo de enseñanza artística y contra el resto de las instituciones nacionales vinculadas con las artes visuales.

Ese contexto poco alentador habría contribuido a alimentar la decisión de Cristina Merchán, con 25 años entonces, de iniciar estudios en el país azteca.

El regreso a Venezuela

Cuando regresa a Venezuela, en 1953, el escultor Francisco Narváez ya había sido nombrado director de la Escuela de Artes Plásticas, lo cual repercute en mejoras en el nivel de enseñanza. Como parte de esos cambios, Miguel Arroyo es designado profesor del taller de cerámica, donde Cristina Merchán iniciará su aprendizaje como ceramista.

Años más tarde, en febrero de 1957 la Sala Mendoza organiza la exhibición “Cerámica”, la primera de un importante programa expositivo dedicado a las artes del fuego que se extenderá por varias décadas.

Envío de Cristina Merchán al XVIII Salón Oficial Anual de Arte Venezolano. Museo de Bellas Artes, 1957. Fotógrafo: no identificado

Merchán no concurre a esta convocatoria y en cambio figura entre los participantes del XVIII Salón Oficial Anual de Arte Venezolano, donde obtiene el Premio Nacional de Artes Aplicadas por el conjunto de 45 piezas enviadas.

Forma y materia que hablan por sí mismas

En estas obras de finales de los cincuenta es notorio el despliegue del color, en especial en las vasijas que invitan a la contemplación de una intensa carga cromática. A propósito de esta etapa de la artista, resulta esclarecedora la apreciación de Miguel Arroyo:

“Cuando el ceramista desea que la forma y la materia —bien sea la del esmalte o la del barro— hablen por sí mismas, se sitúa a la vez en la parte más dura y más hermosa de la cerámica. Queda por así decir, librado a lo que su sensibilidad le indique y a lo que el material y el procedimiento le vayan dando. Entonces la cerámica se convierte en una continua lucha por imprimir en el material una voluntad de forma, tratando a la vez de conservar lo que es más característico y genuino de él. Esto es lo que a mi entender hace Cristina Merchán”.

De este comentario se desprende la visión de la cerámica que Arroyo buscaba inculcar en sus clases, una cerámica en la que forma y materia hablaran por sí mismas.

Cristina Merchán. Vasija de boca ancha, 1955. Mercantil, Caracas

Esto supone una comprensión de las ventajas y limitaciones del taller, así como un respeto por los materiales que sabiamente empleados podían ser utilizados en beneficio del producto final.

Esa conciencia estaría referida al equilibrio entre sensibilidad y materia que demuestra el trabajo de Merchán a partir de estos años y que se resume en la reflexión de su maestro:

«Ella entiende la cerámica en su forma más genuina, o sea, como el problema de una sensibilidad expresándose en un material y en un procedimiento que en cierto modo condicionan esa sensibilidad. De allí la compleja sencillez de sus piezas”.

Viaje a Europa

La preparación inicial de Cristina Merchán se había basado en las quemas de baja temperatura que eran las disponibles en el taller de cerámica de la Escuela de Artes Plásticas y Artes Aplicadas de Caracas, y que no siempre le brindaban el resultado que esperaba.

La beca otorgada por la Fundación Eugenio Mendoza (1958-1960) le permite realizar estudios de cerámica en el Conservatorio Municipal de Artes Suntuarias “Massana” (hoy Escola Massana) donde estudia con Josep Llorens Artigas y Françesc Albors Ayala.

La decisión de estudiar en España se debió a la admiración que ya profesaba por Llorens Artigas y al interés por el gres que despertó en ella luego de contemplar en Venezuela varias piezas en ese material provenientes de Europa.

Cristina Merchán, Vasija esférica, 1961. Mercantil, Caracas

España le brindará la posibilidad de concentrarse en las quemas de gran fuego y en el estudio de fórmulas para lograr otras calidades en la arcilla y mayor variedad en los esmaltes.

Como consecuencia de su formación europea las obras de Cristina Merchán asumen una mayor consideración del espacio interior, que logra mediante el cierre paulatino de las bocas de las vasijas.

De esta manera plantea una especie de mundo interno que proveerá de un sentido de trascendencia a la forma cerámica.

«una pieza de torno es como la corteza, como el comentario externo de ese recogido espacio que es toda forma hueca». Cristina Merchán


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