El pintor Hugo Baptista (La Grita, Venezuela, 1935) formó parte de una generación de artistas venezolanos que a finales de la década del cincuenta y durante los sesenta se movió en varias vertientes expresivas: una que seguía la senda de la llamada nueva figuración, otra que exploraba el arte informal y la que persistía en la abstracción geométrica.
En el caso de Baptista, su primera propuesta notable de trabajo se produjo entre estas décadas y en ella sobresale una predisposición hacia una abstracción lírica basada principalmente en el color, impregnada de un sentido poético que mucho debe a los grupos artísticos y literarios a los que estuvo siempre ligado.
La influencia literaria
Esta filiación a intelectuales y creadores de otras áreas de la cultura se entiende también por la actualización estética que tuvo lugar en su país y que hizo posible un cruce de ideas entre distintas prácticas.
En una entrevista hizo notar la importancia que habían tenido estas agrupaciones en lo que él llamó su formación bohemia: “Ya no se hablaba de Mondrian, de Kandinsky, de Van Gogh, sino también de Baudelaire, de Rimbaud, de los poetas malditos, de Sartre. Cuando llegamos a París ya estábamos noticiados de muchas cosas y un poco contagiados con una preocupación valorativa y estética en el campo de las bellas artes y en la filosofía”.

La abstracción lírica para recomponer la realidad
En este plano general del arte venezolano, la inclinación de Baptista hacia un lenguaje marcado por la efusividad cromática y una libre construcción de las formas surgió en gran medida de una insatisfacción con respecto a la realidad que le rodeaba y que él buscaba reconstruir a través de una senda subjetiva.
En una primera etapa de su trabajo se observa el interés primordial en el color, cuya energía era capaz de sobrepasar la definición de las figuras aún reconocibles. Más tarde, algunas vicisitudes políticas y sobre todo una actitud poética mucho más definida modificaron las referencias materiales que se insinuaban en su etapa anterior para asumir a un planteamiento más libre y simbólico.
Etapas más destacadas en la trayectoria de Hugo Baptista
En su trayectoria destaca la serie de los “Barcos”, que realizó durante una estancia en Europa, entre 1957 y 1962. En estas escenas marinas supo captar el ritmo de las olas y la actividad propia de los puertos para encauzar la fuerza cromática y dinamizar aún más la composición.
En Caracas, luego de ser encarcelado por razones políticas a principios de los sesenta, presentó un conjunto de pinturas bajo el título “El sueño verdugo”.
Posteriormente, a partir de los setenta, su pintura retomó el vigor cromático por la que es más reconocida, aunque también dedicó un capítulo a explorar la depuración del color para una exposición que tituló “Blanco bajo sospecha” y a desarrollar en los últimos años un mayor interés en la expresión de la textura.

La pintura como una experiencia de placer
Una presencia característica del trabajo de Baptista es la vitalidad que buscó siempre en su expresión plástica, así como la nota de optimismo que a pesar de la realidad política de su tiempo supo comunicar desde la sensualidad cromática y desde la afirmación de la pintura como una experiencia placentera. El color actuó como una suerte de ánima que le permitió replantear sus vínculos con el entorno material.
En una oportunidad expresó lo incómoda que le resultaba lo que llamaba la “ordinaria y cotidiana familiaridad” de lo que está a la vista; y podríamos entender su trayectoria creadora y vital cómo el empeñó en desarmarla a través del color. Sobre esta relación con su entorno afirmó: «algunas veces sentimos una extraña sorpresa de propiedad con el mundo. El todo consiste en haber sido antes demasiado presente. Por los medios del color establecemos proposiciones de nexos vitales.»